miércoles, 21 de diciembre de 2011

Inocencia III

Ya saliendo del café:

"¿Olvidaste algo Manuela?" - le digo, notándose la inseguridad en mi voz debido a lo que me había dicho anteriormente - "No, solo estoy buscando dinero para un taxi, me temo que tendré que dejar el carro en el estacionamiento del centro comercial, no quiero que me persigan en este momento." - decía Manuela, haciendo que yo me asustara cada vez más -.

Por primera vez en estos 5 años de amistad no me sentía bien estando con Manuela, algo estaba mal,esa falsa inocencia se estaba convirtiendo en algo frívolo que estaba por hacerme daño. El carro paró en un bar subterráneo, un mueble nos aguardaba para continuar la charla viendo una cola de gente queriendo vomitar en el baño.

"Hay mucho ruido, pero no me pienso mover de aquí, bueno la cosa es que te voy a frotar el pene si sigues con esa cara de traumado (continuó Manuela), amanecimos el Jueves con cara de "amanecidos" ¿sabes? después de tanto cogerme, decidimos no movernos de la cama, ya ahí estaba excitada por ver ahora su cuerpo desnudo bajo la luz del día, pero ya con mis rodillas golpeadas no pretendía volver a montarme encima de ese animal, o al menos no sin algo de alcohol, pero, ¡adivina! ¡en la nevera del hotel había mucho alcohol! en estas botellitas miniatura que vienen como concentradas las muy putas..."

Manuela interrumpe su cuento, "Ay por favor pídeme un trago, toma y me lo pagas", a lo que me pongo de pie dejando aquel gran sofá de cuero que ya casi me hace dormir por el cansancio, yo sabía que Manuela era ninfómana pero ya me estaba molestando ese pensamiento de que algo no estaba bien, al regresar al sofá de cuero me encuentro una escena bastante exhibicionista en pleno sofá, agarro un gran buche del trago que pedía para Manuela y empiezo a caminar por el local.

Al día siguiente estaba Manuela tocando la puerta de mi casa: "Disculpa por haberme distraído anoche, ¿me puedes dar café?" -dijo mientras se acostaba en el piso de mi sala-. "Ignacio no quiero ser un estorbo, pero últimamente he querido darte una mamada, ¿me puedes decir cómo una mujer te lo puede parar?" - decía mientras se quitaba la ropa y quedaba con el cabello tapando las arrugas de su cara, las tetas más naturales y perfectas y unas piernas envidiables a su edad -.  "Por favor sígueme contando la historia del tal José y deja de hablar pendejadas" - le respondía acostado en su pelvis -.

"Estaba borracha y dejándome penetrar una y otra vez, tanto, creía que me iba a desgarrar, maldición, se me salían las lágrimas, me puse la almohada en la cara y de momento a otra no supe más hasta que me desperté en la noche". "Ajá pero ¿y José? ¿te dejó sola?". "No lo se, yo desperté con sangre en mi cuerpo, a mi no me duele nada". Aquí nuevamente me asustaba, me puse de pie de un solo salto y salí de la casa. Me encuentro de frente a tres hombres con uniforme, que parecían ser de la policía, seguí caminando con el corazón acelerado, en efecto, los hombres uniformados iban a mi casa, donde se encontraba ahora un carro, el de Manuela.

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